El pasado 5 de octubre de 2023 la Academia Sueca de la Lengua anunció el ganador del Premio Nobel de Literatura. A una de nuestras CLAVIS, Luisa Ripoll, le apasionan los Nobel, particularmente el de Literatura y se cuestiona cómo escoger un ganador entre todos los escritores del mundo. ¿Qué tiene de especial este Premio?

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Esa puerta. Llevo ya varios años consecutivos configurándome mi propio ritual: allá donde esté, por la mañana, un día del mes de octubre, me conecto a la retransmisión del anuncio del Nobel de Literatura. Permanezco quince minutos observando una puerta cerrada. Junto a mí hay un grupo de corresponsales de Suecia. Cuando se abre la puerta, la expectación ya no cabe en sí. Y es entonces cuando se da el anuncio.

Me encantan los premios porque son buenas noticias, “evangelios” si se quiere, del mundo. Sigue habiendo un reducto de optimismo allí donde hay un premio. Con la entrega de un premio se comunica, sin palabras, que sigue mereciendo la pena premiar; hay alguien que sigue mereciendo una ovación.

No puedo ocultar mi predilección, dentro de todos los premios, al Nobel de Literatura. ¿Cómo escoger a un ganador? En este premio literario no hay métricas de impacto, como sí ocurre en la ciencia. La recepción de una investigación científica se puede dimensionar a través del número de citaciones y de la publicación de trabajos derivados. Pero en la literatura está muy presente la falacia democrática, y un escritor no es mejor por vender más o menos copias. ¿Cómo escoger, entonces, un ganador entre todos los escritores del mundo?

Es verdad que algo similar ocurre con el Nobel de la Paz, si bien un ciudadano de a pie puede más o menos husmear por dónde irá el premio estando al día de los acontecimientos de la actualidad. En cambio, la elección del laureado en Literatura no puede ser estrictamente por motivos políticos: siempre debe haber una calidad literaria que avale. Los que opinan que un premiado es premiado por ser negro, de mujer o de izquierdas, solo están constatando la cerrazón del mundo editorial occidental mainstream a narrativas de otras voces. Porque sí, hay escritores en los márgenes que también se merecen un reconocimiento (y están al nivel de competir por ello), lo único que no suelen llegar a nuestras manos. Ahí está el sesgo: no es que no los conozcamos porque no sean escritores de calidad. Es mucho más complicado que eso1.

Si me fascina tanto el premio es por el abismo que hay en la puerta. En un momento la puerta se abre, sin apenas chirriar. Hace un segundo no habríamos sido capaces de imaginar un ganador. El nombre se dice en voz alta, pesa en el ambiente, aunque no siempre lo captan bien los subtítulos al inglés generados automáticamente y me tengo que meter en Twitter para saber, de una vez por todas, quién es el ganador.

Este año el ganador fue Jon Fosse, autor prolífico del que apenas teníamos traducciones al español. Y como muchos lectores, he aprovechado este otoño para leer algo de este escritor desconocido. Ni más ni menos que en el seno del club de lectura de la ELU, Beers & Books, en el que como ELUmnis se puede seguir participando tal y como lo estoy haciendo yo.

El libro escogido fue Trilogía. A Fosse le agrada organizar su narrativa en sagas: sus novelas más famosas quizá sean las que forman Septología. Se eligió Trilogía como lectura, en honor a la verdad, por ser más corto (unas cien paginitas).

En Trilogía, los protagonistas, Alse y Alida, enamorados, con el embarazo de Alida muy avanzado, deciden huir. No se sienten acogidos por sus familias, bien porque no se han casado por la Iglesia o por otros motivos que no se llegan a revelar. En toda la novela está presente una sensación de malestar en la que el mal opera oculto en el subtexto. ¿Cuánto mal han ejercido los personajes a las personas de su entorno? ¿Por qué sienten también hacia ellos dos tantísima hostilidad?

Me ha parecido un libro terriblemente incómodo de leer, y en parte se debe a la desarticulación del lenguaje literario que propone el autor. Un libro sin apenas puntos y aparte, plagado de comas y de conjunciones copulativas, en el que no existen las descripciones. Este lenguaje está hecho para sentirlo como extraño. Y, en ocasiones, para sufrir leyendo.

Entiendo que es en esta atmósfera tan particular que desprende la historia que es un buen libro. El lector se siente en la intemperie, experimenta el frío, el hambre y el cansancio de los personajes a través de las páginas. Y no hay nada que hacer, solo se puede seguir leyendo. Precisamente uno de los temas que trata es el de la inevitabilidad del destino, de que el mal que infligimos se revierta en nosotros, y la imposibilidad de borrar del todo nuestros orígenes o acciones pasadas. A veces haciendo paralelismos con la Biblia. “Así está escrito”.

Desde luego, no esperaba un libro tan oscuro, casi tan dostoyevskiano y existencial y pesimista, de un premio Nobel. Tanto más cuanto que la organización que otorga los premios presume de que su criterio es homenajear obras “en la dirección ideal”, con un cariz optimista del progreso de la Humanidad.

Pero también hay sorpresa, descubrimiento y asombro en un premio Nobel atípico. De modo que el año que viene, cierto día de octubre, volveré a conectarme a la retransmisión en vivo de una puerta cerrada.

1 La relación entre geopolítica y mercado editorial ha sido ampliamente estudiada por críticos literarios. Ver, por ejemplo, La República mundial de las Letras de Pascale Casanova.

Escrito por Luisa Ripoll Alberola

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